jueves, 15 de marzo de 2012

Navalucillos 2012


  
Salimos a eso de las diez y media desde el merendero de Las Becerras, en Los Navalucillos. Hacía bastante menos frío que el año anterior, y el paisaje, aún siendo espectacular, estaba también más seco. Cosas de la pertinaz sequía. Esta vez nos acompañaron las familias de Raúl y Rober. Alba se quedó con ganas de venirse con nosotros. Pedaleamos: Rober, Raúl, Luis, Javi, Fernando, José Fernando, Lucas, Panta y Agustín.











La primera parte del camino es relajada, y discurre en parte a lo largo del río Pusa, donde el año pasado vimos unas piedras llorando de la mano. Este año las habían recortado y eran adoquines. Lloraban desesperadamente. Por el camino nos encontramos con un embarcadero de madera, que utilizamos como punto de reunión y parada para echar un bocado. Las cuestas empiezan aquí.





Tuvimos que subir algunas rampas del quince (en realidad creo que tenían más del 15). Roberto, que está hecho una auténtica máquina nos dio una lección de subida al estilo Induráin. No había quien le echase el guante. Con más o menos dignidad todos acabamos subiendo el desnivel, hasta coronar cerca del pico El Paso.




Aquí podemos ver a José subiendo como un auténtico jabato. La arcilla, que se puede apreciar en sus ruedas, se pegaba al suelo como si éste les debiese dinero.




Hubo pinchazo esta vez a cargo de Luisi, que no sabe qué hacer para llamar la atención. La cosa se resolvió sin mayor contratiempo (increíblemente había varios bombines a disposición del inflado), y seguimos con nuestra alegre bajada.

Ni qué decir tiene, que en la bajada se nos volvieron a cruzar ciervas de un lado al otro del camino. Esta vez fue Panta el que pasó entre dos cérvidos, y no chocó contra el segundo, gracias a que Rober le gritó como un poseso: ¡no frenes, no frenes!
Volvió a pasar delante de mí, como todos los accidentes de La Trocha. ¿Casualidad, o poder de la mente?


¡¡Podeeeer de la mente!!

 Aquí están Raúl y Javi, que también subieron como auténticos campeones. Eso sí, lo de Raúl no tuvo mérito porque tenía que quedar bien delante de Julia, Alba y Carla... o al menos algo así me pareció entender entre las voces que le pegaba Julia antes de salir: "que como vengas el último, no comes... mejor no vengas..." En fin, que Raúl se pasó llorando toda la subida, y al final le dejamos llegar con nosotros.



Aquí podemos ver a Panta, momentos antes de tener una experiencia de casi accidente con una cierva. Qué tendrá este hombre que es verle pasar y las hembras se lanzan a su encuentro aún a riesgo de sus propias vidas.
Aunque en esta foto parece estar imitando a Cristobal Colón, lo que señala es el camino que le llevará a su destino.
La bajada de Panta fue espectacular.



Esta es la marca de la frenada de 15 m. que dejamos Panta, Roberto y yo. Esas cadenas atravesadas en plena bajada son un peligro para tipos intrépidos como nosotros. Por eso no conviene nunca superar los 150 km/h, porque a partir de esa velocidad la vista se vuelve borrosa y se pierde la noción del tiempo y el espacio.




El tema de la cadena, como veis, dio de sí, y a cada uno que iba llegando Panta le aumentaba velocidad al asunto. Al último que vino a escuchar su historia, llegó a decirle que rompió la barrera del susurro.












Aquí tenemos a Fernando y a Raúl, preguntándose por nuestra salud mental.




Y tras la dura ruta, los tiernos garbanzos. Nos acompañaron a la mesa: Alba, Candela, Aurora, Julia y Carla.
Cocido de rigor, y bien estructurado, que no pueden andar estos hombres con delicadezas y componendas nitrogenadas. Un par de kilitos de garbanzos cada uno (Luisi más), guarnicionados de tocino, chorizo y demás viandas buenas y necesarias para el organismo del corredor profesional.




Contador no sale de casa por la mañana, sin meterse un cocido pa'l cuerpo.


El próximo año, si los mercados quieren, volveremos a Los Navalucillos para probar una ruta nueva, y meternos entre pecho y espalda lo que sea menester para mantener estos cuerpecitos.


Un saludo a todos. Os esperamos en próximas salidas.


Agustín

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